sábado, 11 de diciembre de 2010

MI MOCITA

Es realmente increíble,  sentir palpitar mi corazón cuando recuerdo a un ser como ella, sobre todo, tener la necesidad de escribir, de expresarlo, de comentarlo. Quizás suene cursi o ridículo pero Mocita acompañó mis travesuras de adolescente y de juventud; paraba sus pequeñas orejitas cuando le contaba mis secretos de amor, y esos ojitos de caramelo que los movía de aquí para allá como si tratara de responder a mis interrogantes ¿gracioso verdad?
En cuanto a sus alimentos era muy exquisita, no le gustaba la cebolla, ni la comida de la mañana y sabía que siempre traía un regalo para ella, metía su hocico dentro de mi cartera para buscar su galleta, lo sacaba y me lo ponía en el regazo para que lo abra. Era muy juguetona, a lo largo de los años no perdió la costumbre de perseguir su cola girando y girando hasta cansarse, eran momentos de risas en la casa, a pesar de sus doce años a mi lado nunca demostró vejez, guardaba sus juguetes preferidos, en su rincón preferido. Como guardiana; no era buena, definitivamente, era muy amistosa.
 No supe de soledad mientras estuvo a mi lado, ella buscaba mi compañía por toda la casa y donde me encontraba se adueñaba de mi costado, suspiraba como si tuviera a su ángel de la guarda y plácidamente dejaba caer su pequeño cuerpo a mis pies, se enrollaba en su pelaje blanco cual hilos de plata con su manchitas doradas, parecía un lindo cojín. Sé que mi perrita también sentía mucho amor por mí,  no es broma, me los decía moviendo su cola tan larga, blanca como los rayos de luz que adornaba su lomo,  recuerdo que dormía en la puerta hasta la hora que yo llegase y nadie lograba moverla de ahí; solo yo; porque, aunque lo tenía prohibido por mi madre ella dormía conmigo. Sí, subía a mi cama de pie juntilla calculando que todos estuvieran dormidos y muy sigilosamente se escurría dentro de las sabanas, suspiraba y dormía; no sé cómo no se asfixiaba, era mi engreída.
Algunas veces tuve la sensación que dentro de ella habitaba un ser humano, quizás una niña, que buscaba amor y sabia dar amor, a pesar de los años que han transcurrido en mi casa nadie la olvida.

AUTORA: PROFESORA ROSA DIAZ TINCO

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